Pantalones ciclistas, Lady Madonna y Santita

Ayer fue un día que empezó mal, fue mejorando y terminó por ser un día muy bueno. 
En realidad la cosa ya vino de la noche anterior. Veréis, el miércoles por la noche después de salir del OpoZulo me fui a conocer un restaurante mexicano en el 74 de la Calle de Fuencarral: Santita Carbón Mexicano    . La cena estuvo riquísima, muy auténtica, el restaurante bien decorado y casi lleno, pese a ser miércoles.Conocí a algunos bloggers con los que no había coincidido hasta entonces y también me reencontré con otros a los que hacía tiempo que no veía. Pero estas cenas nunca se sabe cómo van a ir. Supongo que a los que no sepáis cómo va esto de los eventos, os resultará extraño si os digo que básicamente consiste en que te convocan para ir y ya ahí pues toca comer o cenar con otras personas: unas veces las conoces, otras no; en unas ocasiones encajas con ellas y en otras pues no tanto y la velada se convierte en algo soporífero mientras te preguntas .¿que hace una chica como tú en un sitio como este? Ó más bien, ¿cómo he llegado hasta aquí?.






Pues bien, la cena mexicana fue bien en líneas generales, pero lo malo es que se alargó un poco y acabé volviendo a casa como a las 00,30 con un frío helador que no me iba a venir nada bien para el resfriado que había pillado en el crucero por el Danubio el finde anterior. En fin, mientas caminaba a casa desde el metro en medio del frío, ya sabía que al día siguiente no iba a estar en plenitud de facultades. Esa idea hizo que tardara muchísimo en quedarme dormida.

A las 7,15 del jueves sonó la alarma y yo no conseguí levantarme, pero sí lo logré unos 45 minutos más tarde después de que OpoNovio tuviese que preguntarme por unas tijeras porque esta semana he perdido dos y ya solo nos quedan las de la cocina que no es plan usar para según qué menesteres.Eso es lo que pasa por hacer una cosa mientras piensas en otra.


Me arrastré fuera de la cama peor del resfriado que el día anterior, cansada por la falta de horas de sueño y sin soluciones para enfrentar el día. Pensé que lo mejor sería tomarse un café y un Frenadol, darse una ducha y ver si la cosa mejoraba. Así lo hice.

Ya un pelín más despejada me senté sin mucha fe frente al tema 6 de Gestión Financiera: Gestión económica y financiera de los contratos del sector público y de las fundaciones, casi nada. Pero por esas ironías que tiene esto de la oposición, el tema iba entrando. De pronto recuerdo que no sé qué me voy a poner para una comida que tengo a las 15 horas en el    restaurante Lady Madonna       . Es un sitio de estos muy cuquis con una deco chula e ideal para picar algo sin estridencias. Además tienen torrijas.






Abro el armario y me llama la atención una etiqueta que sobresale entre las prendas, la cojo y me doy cuenta que se trata de unos shorts tipo ciclistas que  había comprado hacia meses en Stradivarius y que ni tan siquiera había llegado a probarme. Dudaba ya solo con la idea de probármelos: ufff, retención de líquidos a tope de la menstruación, excesos varios  en la cena deliciosa y abundante en el restaurante mexicano la noche anterior y ánimo un poco plof. Nada bueno podía salir de ahí.
Aún así, una que es un poco kamikaze a veces, no pude resistir la tentación de probármelos  junto a una camiseta de rayas blancas y negras y una americana que me había cogido hacía poquito en Mango. Bueno, no me veo mal, la posibilidad de salir con ellos de casa comienza a hacerse más factible. Voy en busca de mis salones negros de Lodi y ,voilá, me parece que acabo de montar un lookazo. Lo subo a instagram para preguntaros y me dijisteis en más de un 60% que no os gustaba, pero yo lo veía mejor a cada segundo.

Vuelvo al OpoZulo ya con la tranquilidad de que no tendré que salir con el pijama del unicornio a la calle y sigo un rato más bastante concentrada, pero no me va a dar tiempo de terminar el tema y, menos aún, de repasarlo.Lo asumo. Suena la alarma que me indica que ya tengo que ir a maquillarme si no quiero llegar tarde a la comida. Sigo cansada, pero me siento animada y fuerte. Completo mi outfit con un abrigo camel súper clásico de Mango, del que dudaba en su momento si había sido una buena elección, pero que me ha sacado de más de un apuro y que me ha salido buenísimo; una bufanda negra  muy soft  de H&M , el bolso tribeca de Purificación García que tengo hace como 4 años y me dispongo  a salir de casa. Entonces me acuerdo de que tenía que buscar las malditas tijeras, pero ya no me da tiempo.Aún así, suspiro aliviada porque ya es el penúltimo tema del bloque y a los 3 primeros ya les he dado 2 vueltas.

Tanta prisa y al final llego con 15 minutos de antelación al restaurante, aprovecho para sentarme en la terraza a tomar una copa de albariño mientra llega mi amiga y veo que sigue ganando el NO a mis pantalones ciclistas.  No me importa, me veo bien con ello, siento que me sientan bien y que, pese a ser una prenda difícil, he conseguido llevarlos a mi terreno y no verme disfrazada con ellos.


Llega mi amiga, estresada y hablando por  el móvil. No puedo hablarle mientras se sienta en una silla frente a la mía porque es una llamada de trabajo, pero me levanto para que me vea: sin habernos puesto de acuerdo vamos super parecidas vestidas, de blanco y negro, ella con leggins y yo con mis pantalones ciclistas. Esto ya es magia, llevamos las el color  de las uñas casi en el mismo tono de rosa/fucsia. Cuelga el teléfono y nos reímos a carcajadas mientras nos saludamos.



La comida fue bien, platos correctos respecto a su precio, el servicio atento y diligente, el local bonito, amplio. No paramos de hablar en toda la comida, saltando de un tema a otro a la velocidad de la luz y sintiendo que necesitábamos eso. Como autómatas nos levantamos para hacer las fotos a los platos, ahora con las cámaras, ahora con el movil. Se nos quedan fríos algunos platos, gafes del oficio bloguerístico.






Las dos horas que estuvimos allí se nos hicieron cortas, pasaron volando. Al final decidimos dejar constancia de la graciosa coincidencias con nuestros outfits con unas fotos.




No queremos que la cosa termine; así que nos vamos a tomar café a la escondida y tranquila terraza del hotel Petite Palace Santa Bárbara. Se nota que no nos queremos ir, pero los quehaceres ya nos reclaman cuando el reloj da las 6 de la tarde.

Volviendo a casa en metro pienso en cómo he sido capaz de darle la vuelta al día, sigo cansada, pero muy animada para hacer unos recados antes de subir a casa. Genial, otra cosa que me quito. Total, ya he perdido medio turno de tarde y mañana me va a tocar currar a tope. 









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