Diario de un confinamiento

Desde que empezó el estado de alarma comencé a escribir un diario. Hoy voy a compartir con vosotros algo de él.

Domingo de Resurrección, 12 de abril de 2020. 30º de Confinamiento (yo empecé a contar desde el 14 de marzo)

Madrid, 07:07 de la mañana. Ayer fue la cifra más baja de muertes por Coronavirus: 510. Siguen siendo muchísimos, pero al menos se atisba algo de esperanza en toda esta pesadilla.
Me dosifico mucho la información porque necesito una cierta normalidad en mi vida dentro de toda esta anormalidad.

Ayer por la mañana tenía ganas de calle, pero luego la tarde fue bastante mejor.
Obligarme a hacer cosas, incluso cuando no me apetece nada, ha resultado ser el mejor remedio que he encontrado para mitigar los malos momentos durante este período tan atípico.
El deporte, como en otras ocasiones críticas de mi vida, me está salvando. Entrenar a diario me devuelve un poco de energía, alegría y optimismo.
Leo menos que al principio. Continúo con la costumbre de leer a diario, pero ya no me concentro durante horas en las páginas de un libro.

Cuando veo la imagen de mi hermano en las videollamadas me angustia no saber cuándo voy a poder volver a abrazarle.
Dicen que después de esto va a haber muchas separaciones y divorcios. La convivencia con OpoNovio es excelente, a pesar de que llevemos compartiendo casi un mes un espacio de poco más de 60 metros, casi 24 horas al día.

Debo de ser la única que no se ha dedicado a ordenar el armario ropero. Además de que ya lo tenía ordenado, es algo que suelo hacer cuando compro ropa nueva. Y llevo bastante tiempo sin hacerlo.

He adelgazado, no demasiado, tal vez un par de kilos. Creo que es debido a la tensión de acudir a mi trabajo algunos días. Somos servicios esenciales.
También porque no voy a restaurantes.
Duermo bien, no he modificado mucho mis horarios respecto a la vida normal. Eso sí, duermo siesta casi a diario. Cosa que antes solo hacía algunos viernes.

Echo de menos tener un balcón o terraza. Es el único fallo que le vi a la casa cuando la compramos. Me gusta mi casa y creo que eso es importante cuando tienes que estar mucho tiempo en ella.




No me arreglo nada, solo cuando he ido a trabajar. Paso de la ropa de entrenar al pijama y vuelta a empezar. Pero eso no me hace sentir mal: me veo bien o me miro poco por fuera. Por dentro sí me miro más y me gusta casi todo lo que veo.
Eso sí, no me arreglo pero sí me cuido: comida, descanso, relaciones sanas, coherencia, la piel...
El tabaco es lo único que me puede. No pienso en ello ahora, no es el momento. ¿Habrá algún buen momento para dejarlo?.

Pienso más de lo habitual en mis padres muertos. El sentimiento de orfandad es lo que tiene, cuando te ves más vulnerable buscas refugio como una niña pequeña.

07:44. Voy a recoger el tendedero y a leer un rato Mañana en la batalla piensa en mí de Javier Marías. Es una edición barata y no veo bien las letras. Necesito unas gafas nuevas, ya me lo dijeron en el reconocimiento médico.

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