Comer en Copenhague I
Buenas a todos. En esta ocasión vamos a contar nuestras experiencias gastronómicas durante nuestro reciente viaje a esta cautivadora capital nórdica, Copenhague. ¿Nos acompañáis?
1. Ved Stranden 10: fue la primera toma de contacto con el mundo de la restauración allí. Realmente se trata de una vinoteca. Era la primera noche, y después de un largo paseo explorando el casco antiguo (barrio de Stroget) recién llegados, y tras empezar a chispear, decidimos meternos en el primer sitio que nos llamase la atención. Así que entramos en este acogedor local a modo de casa, con sus distintas estancias decoradas con un estilo muy nórdico y nos pedimos un par de copas de vino recomendados por el camarero (no había carta): uno austriaco y otro italiano (españoles no abundan por esas latitudes, por cierto). Lo que más nos llamó la atención no fue tanto el sabor de los vinos, que ciertamente no nos llegaron a encantar, sino el precio que pagamos por los mismos: 30€ las 2 copas. Así, sin anestesia. Esta fue la manera de entrar de lleno en la realidad que todo el mundo que vuelve de Copenhage comenta: es una ciudad MUY cara. Por norma general podríamos decir que todos los precios están multiplicados por 3 con respecto a los de Madrid -aunque en este caso fuese bastante más-
2. Station Grill: una vez pagada la “novatada” con los vinos, y ya puestos en preaviso con el tema de los precios, al día siguiente decidimos probar a comer en un pequeño local de hamburguesas que había pegado al hotel (barrio de Nyhavn, en la calle Borgergade), con apariencia de gasolinera. Tenía una terraza exterior y también la opción take-away, que fue la que escogimos ya que estaba lloviznando. Vimos que había cola así que pensamos de primeras que igual no sería una mala opción. Y los precios en un principio eran bastante asequibles. Finalmente fue un acierto total ya que la hamburguesa, hecha a la parrilla ahí mismo, estaba muy sabrosa, y la comida con bebida y patatas, nos salió a 20€ por persona. El único pero: las patatas, que estaban extremadamente saladas.
3. Paté Paté: para la siguiente incursión gastronómica decidimos ya consultar la guía Lonely Planet que nos habíamos comprado para el viaje y que tan buen resultado nos dio en el pasado en Praga. Así que como estábamos en el barrio de Vesterbro, cerca del célebre parque de atracciones –el Tívoli-, decidimos acercarnos a la zona de Kodbyen: antiguos almacenes de carne cerca del puerto, reconvertidos hoy en día en zona de restaurantes y bares. Para hacer tiempo antes de cenar, entramos en una cervecería llamada Warpigs, enorme local ciertamente singular y alternativo: grandes mesas alargadas, cervezas producidas por ellos, música heavy sonando sin parar, barbacoa propia dentro del local… Una vez terminadas las cervezas (que nos salieron a unos 10€ cada media pinta), nos acercamos ya al Paté Paté que recomendaba la guía, restaurante con un ambiente muy acogedor (luz tenue, velas…) y con una carta basada en platos mediterráneos. Nosotros nos decantamos por unas raciones de burrata, paté y rabas y una tosta de arenque. La verdad que ninguno de los platos nos encajó demasiado, ya sea por la escasa cantidad o por el sabor (el paté un poco “basto”, la tosta con tomates cherry bastante maduros…). El postre fue casi lo que más nos gustó, primeramente porque para elegirlo la camarera te los mostraba en una pizarra bastante original, y seguidamente porque escogimos la panna cotta, que estaba francamente bien. El precio, como era de esperar, muy elevado: casi 75€ cada uno, incluyendo tres copas de vino y una botella de agua. Merece la pena por el local, ambiente y servicio.
Y para no extendernos demasiado, de momento hacemos un parón aquí y continuaremos contando nuestras experiencias en una segunda parte. Tranquilos que todo no fue malo, pero sí es cierto que comer allí es muy caro.
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